miércoles, 26 de noviembre de 2008

Nooma - Shells


Nooma - Today (Hoy) Parte 2


Nooma - Today (Hoy) Parte 1


Nooma - Store (Mercado) Parte 2


Nooma - Store (Mercado) Parte 1


Nooma - You (Tú) Parte 2


Nooma - You (Tú) Parte 1


Nooma - Breathe (Respiración) Parte 2


Nooma - Breath (Respiración) Parte 1


Nooma - Rich (Rico) Parte 2


Nooma - Rich (Rico) Parte 1


Nooma - Matthew (Mateo) Parte 2


Nooma - Matthew (Mateo) Parte 1


Nooma - Rythm (Ritmo) Parte 2


Nooma - Rythm (Ritmo) Parte 1


Nooma - Lump


Nooma - Dust (Polvo) Parte 2


Nooma - Dust (Polvo) Parte 1


Nooma - Luggage (Equipaje) Parte 2


Nooma - Luggage (Equipaje) Parte 1


Nooma - Kickball (Pelotazo)


Nooma - Noise (Ruido)


Nooma - Sunday (Domingo)


Nooma - Trees (Árboles) Parte 2


Nooma - Trees (Árboles) Parte 1


Nooma - Flame (Llama)


Nooma - Rain (Lluvia)


Cuando el pecado funciona bien



Por Howard Andruejol

El reconocido pionero y experto en el campo del desarrollo cognitivo, Jean Piaget, describió que los pensamientos de los jóvenes son por lo general idealistas. Hace unos días tuve la oportunidad de corroborar dicha afirmación, como un concepto extendido en una pareja de novios. Como mucho entusiasmo, la chica (una amiga a quien hace poco tiempo conocí) me comentó que estaban muy prontos a casarse, noticia que confieso me alegró muchísimo. Luego, añadió con emoción que ¡esta sería una boda diferente a cualquier ceremonia tradicional! Me aclaró que no se refería precisamente al evento, sino al hecho que ella y su pareja llevaban ya varios meses viviendo juntos. (Sorpresa. No lo sabía.) Habían compartido libremente como pareja, todo con una muy buena intención, con el permiso y consentimiento de sus padres incluso. Por supuesto, ellos querían aprender a amarse, a disfrutarse el uno al otro, a “conocerse” (desde hábitos, carácter, personalidad, hasta su sexualidad). Me contó también ¡cuánto disfrutaban de una relación maravillosa! (y debo confesar aquí que ella se veía mucho más feliz que otras parejas cristianas que conozco). Finalmente agregó que al llegar el día de su boda, ambos buscaban la bendición de Dios para su relación. (Sorpresa. No supe que decir.)

Para cualquiera de nosotros con cierto grado de conocimiento (o madurez) espiritual, sería evidentemente sencillo describir la relación de esta señorita con su novio como una falta a los principios de Dios. Llamaríamos su pecado fornicación. En efecto, eso es; no obstante, ellos lo llamarían una bendición.

Recientemente también leí un mensaje publicado en el foro de mi sitio en Internet. Un joven cristiano escribía para buscar un consejo en medio de una situación difícil. Transcribo aquí la primera parte de su mensaje (y mientras lo lees, te animaría a ir pensando que le responderías a este chico):

Tengo 22 años, mis padres son pastores. Hace 2 meses me puse de novio con la secretaria de la iglesia de 23 años (la conozco hace 4), es hermosa, la amo y sé que es la mujer de mi vida. El tema es que todo se fue dando muy rápido. Yo era virgen, ella no y le pesaba mucho. Nos dejamos llevar por nuestros deseos y tuvimos relaciones varias veces en una semana. En estos días ella comenzó a tener pequeños síntomas que nos alarmaron y nos llevan a pensar que quizá esté embarazada.

La pregunta específicamente es planteada en la segunda parte de su mensaje; aunque uno casi puede intuir cuál será. Podemos ya anticiparnos a saber qué va a decir, cómo se siente, y cuáles son sus alternativas inmediatas para lidiar con el pecado. Pues bien, continuemos leyendo entonces su caso.

Mi problema es que estoy MUY FELIZ, sé que estuvo mal, sé que pequé y me arrepentí delante de Dios, pero tener un hijo con ella es lo más hermoso que me pueda pasar. Obviamente voy a reconocer a mi hijo y a casarme con ella. Todavía no he hablado con mis padres... es un tema que me pesa mucho, pero más me pesa estar tan contento.... ¿qué hago?

Un caso más de un pecado “bonito”, casi “positivo”. Aquellos de nosotros que quizás hemos crecido más bien con un pensamiento pesimista, posiblemente hubiésemos saltado a defender la fe, y promulgar que la Biblia declara que relaciones como estas son catalogadas como pecaminosas. Tal vez para afirmar nuestro juicio, habríamos recurrido a señalamientos como "el pecado no puede hacerte realmente feliz". O bien, con el deseo de convencer a una pareja que no se desenvuelva en este tipo de relación, habríamos agregado la mala noticia de las posibles consecuencias (embarazo no deseado, infidelidad, enfermedades de transmisión sexual, sentimiento de culpa o de baja autoestima, desaprobación de los padres y la sociedad, y otros más en el repertorio). No obstante, en estos casos, y en muchos otros, este bagaje de argumentos resulta poco efectivo.

Recientemente he tenido que hacerme la pregunta (como si me aconsejara a mí mismo) sobre las razones que tengo para no pecar. Y es que muchas veces aparece frente a mí la tentación con su sutil y enfermizo engaño, y me detengo a pensar qué impide que no ceda a su seducción. En algunos casos, mi cuestionamiento más bien busca qué me motiva para rechazarla (pienso que son dos cosas diferentes).

Lógicamente, he aprendido tres grandes argumentos que intentan detenernos en nuestra búsqueda del pecado (así fui educad, con muy buena intensión): la culpa, la vergüenza, y las consecuencias.

En el primer caso hemos dicho que el pecado te hace sentir miserable (y créanme, lo he experimentado –generalmente veo atrás y me pregunto cómo pude ser tan tonto de hacer o decir aquello). Naturalmente, le hemos dicho a cualquiera que está jugando con el pecado, que éste cobrará su factura haciéndole sentir muy mal, castigándole con tristeza y remordimiento demasiado pesados para desear. Muchas veces es así. Pero, ¿qué de aquellas situaciones cuando el pecado realmente te hace sentir mejor? ¿Las has visto? ¿Las has experimentado? Bueno, ¿qué tal una tensión comprometedora donde la mentira te provee una salida y un alivio? ¿Qué de aquel pecado sexual que te hace sentir feliz? ¿Qué de aquel rey que luego de su adulterio con Betsabé encontró la paz y la solución a sus problemas al asesinar a Urías? El sentimiento de culpa no será siempre el mejor antídoto.

En el segundo caso, apelamos a la dignidad y el testimonio. ¡Qué vergonzoso y humillante sería ser descubiertos en pecado! Quizás debo agregar, ¡qué miedo! Nuevamente, también lo he vivido (y no es muy agradable estar platicando frente a frente con alguien que tiene preguntas acerca de las cosas que yo pensaba que nadie sabía). Sin embargo, ¿no es cierto que sería posible desarrollar tal habilidad para no ser descubiertos, a tal grado que podríamos guardar el pecado en secreto? ¿No es esto lo que nos sorprende cuando una pareja de novios que lideran algún ministerio nos confiesa acerca de sus encuentros sexuales? ¿No es esto lo que nos asusta de cualquier otro pecado sexual? ¿Y qué del rencor, la envidia, o el odio? ¿Dónde dejaríamos los problemas con trastornos alimenticios? Nadie lo sabe, nadie los ve; todos son secretos. Y otra vez, parece que nuestro argumento no funciona.

En tercer lugar, nuestro intento de persuadir nuestras decisiones lejos del pecado se concentra en las consecuencias negativas del mismo. Por supuesto, creo que el pecado nunca trae bendición, pero tampoco veo en la vida práctica como trae todas las maldiciones que normalmente promulgamos. De hecho, aquí también es posible aprender a controlar las consecuencias, y a sobrevivir con ellas. De hecho podríamos debatir entre las consecuencias inmediatas y las de largo plazo; las individuales y las que afectan a quienes nos rodean. Pero no creo que estos debates sean de mucha relevancia para el chico que prefiere ver pornografía y masturbarse que salir a tener relaciones sexuales. No creo que sea gran cosa para aquellos que violan la ley y no son atrapados (lo vivo a diario cuando veo que personas transgreden las normas de tránsito y llegan antes que yo a sus destinos). Tampoco creo que esto limite la rebeldía. El temor a lo que pueda pasar no es algo que nos frene de pecar; más bien parece que nos desafía a encontrar otra manera de desviar lo que podría acontecer. En efecto, cuando hablamos de consecuencias, tenemos que reconocer que hablamos de riesgos y no de hechos.

En pocas palabras, tenemos que aceptar la realidad que muchas veces el pecado no nos hace sentir mal, no es descubierto, y tampoco nos garantiza un rayo del cielo. En lugar de aprender a abandonar el pecado, estamos descubriendo formas de no culparnos por él, estrategias para esconderlo y mecanismos para controlar sus frutos negativos. Nuestros tres argumentos principales contra la desobediencia, derribados.

En ningún momento estoy abogando a favor del pecado. No estoy afirmando que sea una bendición, un beneficio desobedecer. Más bien pretendo indagar (de nuevo) acerca de las razones, las explicaciones, los argumentos, para llevar una vida de santidad. En otras palabras, ¿cuál es entonces una buena razón para no pecar? ¿Qué es lo que debe pues motivarnos a vivir en obediencia?

Sin lugar a duda, encontramos desde la creación que el pecado tiene serias consecuencias sobre nuestra persona (Génesis 2:16,17). Adicionalmente, sabemos con certeza que Dios es fiel en disciplinar (discipular) a sus hijos cuando es necesario; es decir, en el momento de la desobediencia, Dios interviene a nuestro favor y nos corrige (Hebreos 12:5,6).

No obstante, se hace totalmente inútil el seguir centrando nuestra argumentación acerca del pecado en nosotros mismos (culpabilidad, vergüenza y consecuencias). Me atrevo a agregar que nuestra opinión sobre el tema mismo ni siquiera cuenta (o sea, ¿te parece justo que la humanidad entera pague el precio de la muerte eterna solamente porque dos personas decidieron comer la fruta equivocada?).

Al enfocarnos en nosotros mismos, y por ende en nuestra propia opinión, seremos presa fácil del relativismo moral. Cada uno tendrá su propio punto de vista, su propia verdad, su propia historia que narrar. Cada cual se convertirá en juez de su misma existencia. Daremos paso a la mente subjetiva y concluiremos que solamente porque algo sea malo para ti, no tiene que ser malo para mí.

Sin embargo, si vamos a convertirnos en hombres y mujeres guiados por el Espíritu, entonces tendremos que reconocer una razón superior para vivir en la pureza de la santidad y desechar el engaño del pecado. Tu opinión y la mía no cuentan. Tendremos que orientar nuestra decisión de obedecer más allá de las consecuencias, por encima de la simple sumisión a las normas escritas. Cada cosa tiene su lugar.

Remontémonos por un momento al relato de Deuteronomio 6. Este es un pasaje fundamental en la fe del pueblo de Dios, una norma de prioridad en el hijo de Dios (Mateo 22:34-40).
El verso 1 declara: “Éstos son los mandamientos, preceptos y normas que el Señor tu Dios mandó que yo te enseñara, para que los pongas en práctica en la tierra de la que vas a tomar posesión”. Dios está hablando muy en serio aquí. Por medio de las palabras “mandamientos”, “preceptos”,
“normas” vemos que esto no ha sido dejado al gusto del lector, en calidad de sugerencia. La obediencia requerida es sin lugar a duda una exigencia. El emisor de la orden es el mismo Dios, el Señor. Luego, encontramos en seguida una descripción de las consecuencias de la obediencia. Después de la orden, viene la recompensa. Los versos 2 y 3 afirman: “para que durante toda tu vida tú y tus hijos y tus nietos honren al Señor tu Dios cumpliendo todos los preceptos y mandamientos que te doy, y para que disfrutes de larga vida. Escucha, Israel, y esfuérzate en obedecer. Así te irá bien y serás un pueblo muy numeroso en la tierra donde abundan la leche y la miel, tal como te lo prometió el Señor, el Dios de tus antepasados.” Como era de esperarse, el resultado de seguir las normas es la bendición. Sin embargo, los siguientes dos versos cobrar un giro dramático, hasta cierto punto inesperado en la narración. De la orden y las consecuencias, nos movemos hacia un nivel superior. Seamos francos. Nosotros solemos dejar en nuestro razonamiento del pecado y la obediencia solamente al ras de lo humano, de las normas y los resultados. Tratamos de motivar y convencer a otros en este mismo plano (incluso nos predicamos a nosotros mismos esas lecciones). Pero muy pocas veces hemos entendido que lo más importante en nuestra vida no es el seguir normas. Pocas veces hemos comprendido que la prioridad de nuestra existencia no es solamente cumplir con la religión ni tampoco simplemente obedecer la Biblia.Hemos sido llamados para gozar de una relación personal con el Dios verdadero. “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando.” (v.4-6)
La orden, el mandamiento principal gira alrededor de una relación. El amor a Dios es la motivación correcta para obedecer todos sus mandamientos. La entrega total en esa relación es el verdadero mandamiento a obedecer.
Cada vez que puedo, aprovecho las oportunidades para que todos se enteren que no me gusta la cebolla (así que, por si no lo sabías, ya te enteraste). Sin embargo, a mi esposa, le encanta la cebolla (he allí un problema). Así que muchas veces tenemos que tomar decisiones acerca de los alimentos, especialmente cuando se trata de ordenar una pizza. A mí me gusta sin cebolla, y a ella le gusta con… eso (ya ni quiero escribir la palabra). Por supuesto, hay varias formas creativas de resolver el asunto, pero he notado que la solución más común al dilema es que mi esposa decide que nuestra pizza no contenga cebolla. ¿La razón de su decisión? No es que no le guste (le encanta), no es que sea dañina para su salud (al contrario), no es que no tenga ganas (ella se sacrifica).

Sencillamente, pienso que es una decisión de amor. Porque me ama, y quiere agradarme (y claro, no quiere perder la bendición de mis besos), ella decide libremente honrarme. Es por una relación no centrada en ella misma que puede actuar así.

De manera similar, voy a tomar la decisión consciente de no pecar porque amo a Dios. Voy a dar los pasos firmes para alejarme de mi desobediencia porque amo a Dios. Voy a pagar el precio de morir a mis deseos porque amo a Dios. No voy a centrarme en mi mismo, mis argumentos, mis beneficios, mis sacrificios, mis opiniones, sino en Dios y mi relación de amor con él.
Debido a que tengo una relación personal con el Dios verdadero, cada día de mi vida me esforzaré por amarle más en obediencia. Procuraré que mis pensamientos, palabras y acciones no sean desagradables para Él. Si voy a ser santo, será porque Él es santo (I Pedro 1:16; Levítico 11:44,45; 19:2). Si voy a obedecer, es porque le amo (Juan 14:15).

Es tiempo de regresar a esa intimidad con Dios, y abandonar cualquier lógica en exceso que justifique o condene nuestra conducta. No importa si tu pecado funciona bien (y dicho sea de paso, espero que no sea así). Deberás abandonarlo por algo más importante: tu relación de amor con Dios.

Él sigue exigiendo y una santidad intachable, deseando diariamente relacionarse contigo sin estorbos. Él sigue buscando las oportunidades de premiar tu obediencia. Quizás la próxima vez que la tentación aceche, o que consideres que pecar no sería tan malo, podrías recordar tu relación de amor con Dios. 

Cosas que le fascinan al diablo de los cristianos



  •       En el automóvil tienen calcomanías de Jesús por todos lados, pero conducen como endemoniados.
  •        Como si fueran «pescadores» usan «pescaditos», tienen ilusión que eso los hace cristianos.
  •    Critican a los vecinos porque hasta la madrugada les duró el fiestón, pero en la reunión del domingo despiertan al vecindario con «echó a la mar los carros del Faraón…»
  •     Llegan temprano al culto los domingos porque son «buenos servidores», durante la semana llegan tarde al trabajo porque son malos trabajadores.
  •        Los papás prefieren salvar al mundo entero y quedar bien con el pastor, en lugar de salvar a sus propios hijos y quedar bien con el Señor.
  •        Oran en voz alta enfrente del palacio de gobierno: «Que Dios prospere a nuestro país en esta marcha venimos a pedir», y al mismo tiempo buscan la mejor manera de los impuestos evadir.
  •        Enseñan que Jesús nació «como pobre», pero le ponen un precio a todo lo que tiene su nombre.
  •    Como predican: «Si eres de los nuestros al cielo subes», ponen el precio de entrada de sus eventos por las nubes.
  •     Entre sí se llaman «hermanos» como si fueran familia, pero viven como enemigos teniéndose envidia.
  •      Dicen que Jesús vino a liberar, pero usan las reglas para esclavizar.
  •     Le piden dinero a la gente más de lo que se lo piden a Dios, dicen: «Si tú me das uno el Señor te da dos».
  •     Se enorgullecen de conocer mucho la Palabra de Dios, y como conocen muy poco al Dios de la Palabra, no reconocen su voz.
  •     Hablan más de sus pastores que lo que hablan de Jesús, prefieren contar de su iglesia que contar de la cruz.
  •    Los jóvenes danzan y danzan aunque el cuerpo les duela, pero son tan haraganes que les va mal en la escuela.
  •     Los viejos critican y critican a la nueva generación, olvidándose de que las almas importan más que la tradición.
  •   En camisetas, música y conciertos invierten su dinero, pero no tienen para sostener a un misionero.
  •    En su iglesia todos quieren tener al presidente, al empresario y al profesional, nadie quiere al drogadicto, a la prostituta o al homosexual.
  •    De autonombrarse líderes del pueblo se toman la libertad, olvidándose de que si de veras fueran siervos ejercerían la humildad.
  •   Invierten millones en sus medios de comunicación, pero los usan para engrandecerse y causar división.
  •     Al mismo tiempo que discuten quién tiene la razón y la verdad, su país camina en perdición y oscuridad.
  •     A Jesús lo llaman Señor, se lo repiten sin cesar, pero no importa pues parece que nunca lo van a honrar.
  •    Cantan «Firmes y adelante», pero se quedan en su iglesia y no van a ninguna parte.
  •     Mientras los cristianos en su mundo se divierten, Jesús llora en silencio por las almas que se pierden. 

Carta del diablo a los cristianos



From:«luzy-fer» <666@elinfierno.com>

Date: Milenio Eterno PM Lago de Fuego/Hades

To: cristianitos@laiglesia.net

Subject: Carta Abierta

Reply-To: <#&#!)*$@bestia.org>

 

Estimados cristianos:

¡Ay cristianitos, cómo me caen de bien! Últimamente se han estado portando como dicen sus jóvenes: con muy buena onda.

En años anteriores me dieron muchos dolores de cabeza. Bueno, podría decir que hacían mi trabajo prácticamente imposible. Pero las cosas han cambiado ahora.

Yo tenía miedo de que si sus insignificantes iglesias crecían, tendría que desatender otras malas obras que tenía alrededor del mundo para dedicarme al pobrecito país en el que viven. Sin embargo, ¿cómo son las cosas, verdad? Me estaba preocupando por nada. Sí, parece que hay más de ustedes que hace unas décadas. Aunque me daban más problema cuando eran menos que ahora que son más. Antes trabajaban más unidos. Al parecer ahora se estorban el uno al otro. Existen lo que ustedes llaman «ministerios» pero realmente son sus pequeños reinos y cada uno se esfuerza por ser mejor y más grande que el otro. Tengo que confesar que me da un poco de celos porque antes yo era la competencia, hoy, compiten entre ustedes.

No me había percatado de todo esto porque a veces no soy tan inteligente como sus predicadores dicen que soy, pero un demonio mío que tengo de espía en uno de sus llamados «ministerios» me hizo ver que lo mejor era dejarlos crecer. Hacer que se ocuparan en el crecimiento numérico para que no le pusieran atención al crecimiento espiritual. Di órdenes entonces de que nadie estorbara sus planes de trabajo. Ha funcionado.

La iglesia… ¡huy que miedo! ¿Quieren saber la verdad? Me dan risa. No sé ni donde quedan sus iglesias. Bueno, aunque pocas veces digo la verdad, tengo que confesar que algunas sí sé donde quedan porque paso por allí de vez en cuando a alimentar el orgullo y la envidia. Las demás… esas se alimentan solas.

Al principio me ponía nervioso cuando veía que sus iglesitas crecían. Pero luego me di cuenta que de hacer bulla y cantar desafinados no pasaban. Aahh, se la pasan ladrando, pero hasta ahora no me han mordido. Han mordido a otros que llaman hermanos, pero a mí no me hacen daño.

Fíjese usted: El domingo en la mañana todos se visten con sus mejores trajes y vestidos. Se ven muy bien (y ellos lo saben), pero no me impresionan. Me impresionarían si vivieran como se visten. Pero no.

Cuantos, cantan, cantan y cantan. Bailan, brincan, danzan, se ríen, se tiran al suelo, gritan (¡como si su Dios estuviera sordo!) y hacen muchas cosas. Pero no me ponen nervioso. Tampoco me ponen nervioso lo que se creen muy piadosos siendo muy formales. Los que sí me ponen nervioso son los cristianitos que no son hipócritas, los que viven lo que predican. Son esos que aunque nadie los esté viendo son puros y humildes (¡aaaaahhhh, qué mal me caen estas palabritas! #$%*!#).

Luego están los famosos «eventos cristianos». En realidad esto es una contradicción de términos porque la mayoría no son ni eventos ni cristianos. Ustedes, mis queridos cristianitos, no saben lo que es un evento. Esos son los que yo hago. Son sucesos que dejan una marca en la vida de la gente. Yo sé lo que digo, pues a eso me dedico. Todo es un evento para mí, desde el principio. Incluso cuando me echaron de mi primera casa, lo transformé en todo un acontecimiento llenando el cielo con mi luz. Algunos dicen que fue porque caí, la verdad… solo quería llamar la atención. Dicen por ahí que en el final (no sé cuando será eso) va a tener lugar un gran evento… ya veremos.

En fin, los programas que yo hago tienen mejor calidad que los de ustedes, y eso deja una marca en la vida de la gente. Ustedes son desorganizados. Empiezan tarde, buscan la forma de ahorrarse la mayor cantidad posible de dinero, todos quieren hacer uso del micrófono (lo peor de todo es que lo permiten). Algo podrían aprender de mí. La gente llega a mis eventos porque son buenos, no porque yo, el gran diablo, los organiza.

De cristianas sus actividades no tienen nada. Si así fuera, el propósito, creo yo —como diablo tengo mi humilde opinión— sería el de hacer conocer el nombre de ese Tipo (#$%&!!@#) que clavé en la cruz hace más o menos dos mil años (no me maldigan porque ustedes también lo clavan todos los días). Pero sus llamados «eventos» no son sino intentos de hacer dinero, de darse a conocer o de no quedarse atrás porque otros también están haciendo «eventos». Me doy cuenta de que la competencia entre ustedes es más feroz que en el mundo que yo manipulo. Cada uno hace lo imposible por invitar a una celebridad más famosa que la de la actividad anterior. Me causa risa que en su aburrida publicidad usan más el nombre de las celebridades que invitan que el nombre del Tipo ese al que se supone que sirven. Realmente no veo por qué ustedes piensan que son tan diferentes a los del mundo. Al mismo tiempo que con tanta agresividad sus predicadorcitos critican al mundo del entretenimiento que yo domino, ustedes han edificado su propio mundito de entretenimiento cristianito… y que es muy aburrido, por cierto, porque ni a mí me entretienen.

Ay cristianitos, si son tantos, ¿por qué están haciendo tan poco? Si son tan buenos, ¿por qué me permiten hacer tanto mal? Si son tan humildes, ¿por qué se exaltan demasiado? Si son tan amorosos, ¿por qué se pelean de esa forma? Pero no cambien, sigan así, por favor.

Sigan usando los medios de comunicación para hablarse entre ustedes. Yo temblaba ante la idea de que los fueran a usar para hablarle a los que no saben nada del Tipo ese (¡no digo que su nombre porque me da no sé qué!). Porque hay gente que gracias a mí, y a ustedes también, nunca ha oído de él. Pero me agrada mucho que estén usando los medios para promover sus propias causas y hacer sus propias campañas publicitarias, apoyando sus propios nombramientos y construyendo sus propios reinos. Continúen usándolos así porque mientras más edifiquen sus reinitos menos amenaza son para el mío.

Sigan así, criticándose públicamente unos a otros. ¡Aaaahhhh!... es tan bueno tener aliados dentro del ejército enemigo. ¡Qué bueno que existen los medios de comunicación para que todo su país se dé cuenta de que en verdad no se aman! Que cada uno piensa que tiene el monopolio de la verdad y que los otros «hermanos», como no estudiaron en el seminario, están totalmente equivocados. Yo pensaba que uno de mis mejores súbditos, mi querido demonio Disensión, estaba trabajando entre ustedes. Cuál fue mi sorpresa al saber que él andaba de vacaciones en Bariloche, Argentina y que ustedes solitos estaban haciéndome el favor.

Tengo curiosidad por saber qué pensará el Altísimo (bbbbbrrrrr) de todo eso. Ustedes dicen  y hasta cantan que son su pueblo. ¿Pueblo? Me parecen más un circo. A veces me divierten.

Una cosa les pido, hay algunos entre ustedes que no son muy conocidos ni sus nombres suenan mucho, pero allí están. Son humildes y tienen un corazón que busca la aprobación del Tipo Aquel, no la de todos ustedes. A esos no he podido llegarles, y tengo que confesar que hasta mis mejores enviados han sido frustrados. Amanecen de rodillas como si fueran siervos del Altísimo (sssssbbbbbrrrrr#%¡*#!!@$#). Y en silencio hablan bien de su hijo. La verdad —no la digo muy seguido— es que unos cuántos de estos son los que me van a arruinar. Lo que quiero es que los integren a su manera de pensar para que sean como ustedes. Eso me ayudaría mucho.

A estos los tengo en la mira. Mi meta es que dejen de ser humildes, serviciales, íntegros. Algo tengo que hacer para que sean orgullosos; algo tengo que hacer para que piensen que solo ellos están totalmente en la verdad y todos los demás «hermanitos» están equivocados. Es importante que pienses que ya no existen milagros, que ya se le acabó la fuerza al Altísimo (ggggggssssssss). Que crean que quienes no cantan, bailan, oran, hablan y ríen como ellos están en el camino equivocado. Necesito que critiquen y miren con indiferencia a las demás personas. Que compitan para ve a quién le regalaron el mejor vehículo. Que dejen de pensar en los pobres y necesitados. Que no visiten al prisionero. Tengo que lograr que no le den de comer al hambriento. Mi intención es que se olviden del enfermo y de otras cosas importantes como los niños y los jóvenes.

Es imperativo que sigan haciendo todo como se ha hecho antes. Que no se den cuenta de que hay una nueva cultura que piensa y actúa diferente.

Que el evangelio (¡aaaauuuuugggggghhhh!) se debe proporcionar como medicina amarga y no como leche y miel, al fin y al cabo si la gente lo necesita que se lo trague aunque sea amargo.

Como a mí se me dio el control, cambié las reglas del juego en la cultura sin que nadie se diera cuenta, especialmente ustedes. Se me parecen a la rana que meten en una olla de agua templada para que no se asuste y poco a poco se va aumentando el calor para que muera hirviendo. Ni la rana ni ustedes se dan cuenta de los cambios de temperatura que hago. Para entonces la cultura será mía.

En fin no es mucho lo que quiero y son pocos a los que tengo que alcanzar.

¡Ah, se me olvidaba, les tengo un regalito! Como sé que les gusta poner papelitos y dibujitos por todos lados en sus iglesitas, les adjunto una lista de las cosas que me agradan de ustedes.

Y sobre todo reciban de mi muuuuuuuucho pero mmmuuucho amor. (De verás, créanme.)

Si desean escribirme lo pueden hacer a 666@elinfierno.com

 

Gracias

Lucy Fer