martes, 25 de noviembre de 2008

Historia de Richard Wurmbrand un verdadero Loco por Jesús



Richard Wurmbrand

Rumanía (1945)


  Uno tras otro los sacerdotes y pastores se pusieron de pie y dijeron palabras elogiosas sobre el comunismo, declarando de esta manera su lealtad al nuevo régimen. Sus declaraciones de unidad, propaganda para los comunistas, fueron transmitidas por la radio alrededor del mundo, directamente desde el edificio del Parlamento.

 Había pasado un año desde que los comunistas se apoderaron del control de Rumanía. El gobierno les extendió una invitación a todos los líderes religiosos para que asistieran a un congreso en el edificio del Parlamento, acudieron más de 4.000. Primero, escogieron a José Stalin como presidente honorario del congreso. Entonces comenzaron los discursos. Fue algo absurdo y horrible. El comunismo estaba dedicado a la destrucción de la religión, tal y como ya había sido demostrado en Rusia; sin embargo, los arzobispos y pastores se levantaron y declararon que fundamentalmente el comunismo y el cristianismo eran iguales y que ambos podían coexistir. Motivados por el temo, estos hombres de Dios estaban llenando el aire con mentiras y adulación.

 Era como si estuviesen escupiéndole el rostro a Cristo.

 Sabina Wurmbrand no pudo tolerarlo más. Se acerco a su esposo y le susurró:

 -Richard, ponte en pie y limpia esta vergüenza del de Jesús.

 Richard sabía lo que sucedería:

 -Si hablo, perderás a tu esposo.

 Sabina le respondió:

 -No quiero tener como esposo a un cobarde.

 El pastor Wurmbrand subió a la tarima, para sorpresa de todos comenzó a predicar. Inmediatamente, un gran silencio inundó la sala.

 “Delegados, no es nuestra tarea rendirle alabanzas a los poderes terrenales que vienen y van, sino glorificar a Dios el Creador, y a Cristo el Salvador, quien murió por nosotros en la cruz”.

Uno de los oficiales comunistas saltó sobre sus pies. ¡Esto no debía estar ocurriendo! El país entero estaba escuchando el mensaje de Cristo proclamando desde la tribuna del Parlamento Comunista.

 -¡Su derecho a hablar queda revocado! –gritó el oficial.

 Wurmbrand no le hizo caso continuó predicando. La atmósfera comenzó a cambiar. El público comenzó a aplaudir. Él estaba diciendo lo que ellos habían deseado decir, pero tenían temor.

 El oficial bramó:

 -¡Apaguen el micrófono!

 El público ahogó sus gritos mientras exclamaban a viva voz:

 -¡El pastor, el pastor, el pastor!

 Los gritos y los aplausos continuaron por largo tiempo aun después que los micrófonos fueran desconectados y Wurmbrand descendiera del estrado. La sesión del Congreso concluyó por ese día.

 Después de este suceso, Richard Wurmbrand se convirtió en hombre marcado por las autoridades.

 El 29 de febrero de 1948, domingo, el pastor Wurmbrand se dirigía hacia la iglesia cuando fue secuestrado por un pequeño grupo de la policía secreta. Él mismo nos relata lo que sucedió después:

 “Fui llevado a una prisión que estaba localizada a nueve metros bajo tierra, donde me mantuvieron incomunicado. Por espacio de varios años estuve preso en una celda, solo. Nunca permitieron ver la luz del sol, la luna, las estrellas, las flores. Nunca me permitieron ver a nadie, excepto los hombres que me interrogaban, castigaban y torturaban. Nunca me permitieron acceso a un libro o pedazo de papel. Años más tarde, cuando tuve que escribir, ni siquiera me acordaba como hacer una D mayúscula.

 “Y para que la experiencia y el sentir de aislamiento fuese aun peor, mantenía la prisión en pleno silencio. Aun los guardias usaban zapatos hechos de tela para que sus pasos no se pudieran escuchar.

 “Al principio nos colocaron en aislamiento, y eso de estar incomunicados era peor que la muerte. Cada uno de nosotros volvió a revivir sus pecados pasados y el descuido de responsabilidades. Todos sufrimos un increíble dolor en nuestros corazones al pensar que no habíamos hecho lo máximo por el Altísimo, por Aquel que dio su vida por nosotros en la cruz.

 “Me encontraba sumido en un gran dolor y remordimiento, cuando de pronto la pared de la cárcel comenzó a brillar como diamantes. He visto muchas cosas hermosas, pero nunca como las cosas hermosas que pude ver en aquella oscura celda bajo tierra. Nunca antes había yo escuchado música tan hermosa como la que escuché aquel día.

 “Jesús, el Rey de Reyes, estaba con nosotros. Pudimos ve sus ojos amorosos y comprensivos. Secó nuestras lágrimas. Nos envió palabras de amor y perdón. Supimos que todo lo que había sido malo en nuestras vidas había quedado en el pasado, había sido olvidado por Dios. Entonces llegaron los días maravillosos; la novia estaba en brazos del novio: estábamos con Cristo.

 “No estábamos conscientes de estar en prisión. A veces, cuando nos golpeaban y torturaban éramos como San Esteban, que mientras lo apedreaban no estaba consciente de sus verdugos ni de as piedras, sino que vio el cielo abierto y a Jesús sentado a la diestra del Padre. De igual manera, tampoco nosotros veíamos a los comunistas que nos torturaban. Estábamos rodeados de ángeles; estábamos con Dios.

 “Ya no creíamos en Dios, en Cristo y en los ángeles simplemente porque los versículos de la Biblia así lo decían. Ya no recordábamos versículos bíblicos. Nos acordamos de Dios porque lo experimentamos. Podemos decir con gran humildad junto a los apóstoles: “Lo que hemos visto con nuestros ojos, lo hemos escuchado con nuestros oídos, lo que hemos tocado con nuestros dedos, esto es lo que les anunciamos”.

 “Después de varios años de estar incomunicados, nos pusieron juntos en enormes celdas, donde a veces había 200 a 300 prisioneros en cada celda. No les diré toda la verdad, ya que no la podrían tolerar, pero una cosa sí les diré, los prisioneros cristianos eran golpeados y luego los amarraban a una cruz por cuatro días y cuatro noches sin interrupción. Entonces los comunistas los rodeaban, se mofaban de ellos y los insultaban con gritos sarcásticos: “Miren a su Cristo, cuán hermoso es, qué fragancias trae desde el cielo”. Entonces pateaban a los demás prisioneros y los obligaban a arrodillarse y adorar aquel embarrado crucifijo viviente.

 “Entonces llegaron los momentos más difíciles, los tiempos del lavado de cerebro. Ninguna persona que no haya experimentado el lavado de cerebro podrá comprender lo que la tortura significa. Desde las cinco de la mañana hasta las diez de la noche –diecisiete horas- teníamos que permanecer sentados perfectamente rectos. No nos permitían recostarnos o inclinar la cabeza. Cerrar los ojos era considerado como un crimen. Por diecisiete horas al día teníamos que escuchar: ‘¡El comunismo es bueno, el comunismo es bueno. El cristianismo es tontería, el cristianismo es tontería, el cristianismo es tontería. Ya nadie cree en Jesucristo, ya nadie cree en Jesucristo. Ríndete, ríndete, ríndete!’ Esto lo tuvimos que escuchar por días, semanas y años.

 “Finalmente, llegó lo peor. Los comunistas torturaron a los que creían en Dios. Los cristianos fueron torturados con un atizador de hierro candente, con una porra de goma, con palos y diversos tipos de métodos.

 “Y entonces ocurrió el milagro. Cuando las cosas estaban en su peor momento, cuando nos estaban torturando como nunca antes lo habían hecho, comenzamos a tener amor por los que nos torturaban. De la misma manera que una flor te recompensa con su perfume cuando la trituras bajo tus pies, cuanto más se mofaban de nosotros y nos torturaban, más compasión y amor sentíamos por los que nos torturaban”.

 Muchos le han preguntado a Wurmbrand:

 -¿Cómo es posible amar a alguien que te está torturando?

 Él responde de la siguiente manera:

 -Mirando a los hombres… no como son, sino como llegarán a ser… yo también podía ver en nuestros perseguidores a un Saulo de Tarso, a un futuro apóstol Pablo. Muchos de los oficiales de la policía secreta a quienes les testificamos se convirtieron en cristianos y también se regocijaron de sufrir en prisión igual que nosotros por haber encontrado al Señor Jesucristo. A pesar de que nos castigaron con el látigo, como lo hicieron con Pablo, pudimos ver en nuestros carceleros el potencial de un carcelero de Filipo quien también se convirtió. Soñábamos con que muy pronto nos preguntarían: “¿Qué debo hacer para ser salvo?”

 “Fue en la prisión donde encontramos la esperanza de salvación para los comunistas. Fue allí donde desarrollamos un sentir de responsabilidad hacia ellos. Fue en las prisiones comunistas donde nació la idea de una misión cristiana hacia los comunistas. Nos preguntamos: “¿Qué podemos hacer para ganar a estos hombres para Cristo?”

 Las puertas del cielo no están cerradas para los comunistas, ni tampoco se ha apagado la luz para ellos. Ellos también pueden arrepentirse igual que cualquier otro. Y somos nosotros quienes debemos llamarlos al arrepentimiento. Solo el amor puede producir un cambio en el comunista y en el terrorista.

Cuando el pastor Wurmbrand fue dejado en libertad en 1956, reanudó su trabajo con la iglesia clandestina. En el año 1959 fue entregado nuevamente a las autoridades, y en esta ocasión quien lo traicionó fue uno de sus colaboradores. Fue puesto en libertad por segunda vez en el año 1964.

 En el 1965, unos amigos le pagaron al gobierno la suma de 10.000 dólares para que la familia Wurmbrand pudiera salir del país. Juntos viajaron hacia Escandinavia e Inglaterra, antes de venir a los Estados Unidos.

 En el mes de mayo de ese mismo año, Richard dio testimonio ante el Subcomité de Seguridad Interna del Senado, en Washington, DC, donde se desnudó hasta la cintura para mostrar dieciocho profundas heridas causadas por la tortura.

 En el año 1967, los Wurmbrand comenzaron oficialmente su ministerio hacia los comunistas bajo el nombre de Jesús para el Mundo Comunista. Hoy día tal ministerio se conoce como la Voz de los Mártires, el cual está dedicado a servir a la iglesia perseguida dondequiera que esta se encuentre. 

En 1991-1992 pudimos ver el colapso del comunismo en la Unión Soviética y en Europa Oriental, y a su vez también vimos el fin de la persecución de creyentes bajo el auspicio del gobierno. Mirando hacia atrás, es fácil ver que las oraciones y los esfuerzos de ministerios como La Voz de los Mártires fueron clave en la nueva libertad que el evangelio ha hallado en estos lugares. Allí donde no hace mucho tiempo, mártires como Richard y Sabina (quienes también sufrieron tres años en una cárcel) fueron torturados por su fe, está comenzando un avivamiento. La Voz de los Mártires continúa en su dedicación de ver que las mismas libertades sean alcanzadas en aquellas naciones que hoy día continúan persiguiendo a los cristianos.